Entre lo profano y lo sagrado: las lágrimas de María Magdalena y la construcción de santidad femenina en la España barroca

Imagen de Maria Magdalne de dominio público II.


María Magdalena hace evidentes los bordes intangibles de lo sagrado y lo profano porque encarna la dicotomía de pecado y redención dentro de la doctrina del cristianismo. Uno de los  símbolos más notables de su iconografía tradicional son sus lágrimas porque se convierten en el recurso que le permite hacer penitencia dura y atravesar los bordes del pecado para alcanzar la Gracia de Dios. Desde la época medieval la Iglesia temprana cristiana incorporó el pecado de la sensualidad a su figura bíblica con el objetivo de utilizar su imagen como el símbolo de la penitencia y perpetuar la naturaleza pecadora de la mujer porque la carne y el demonio eran considerados elementos femeninos. Su figura cobra un enorme interés durante la Contrarreforma católica (1545-1648) porque la Iglesia encontró en su ejemplo el mejor modelo de conversión. Este artículo muestra cómo las lágrimas de dolor y arrepentimiento de la Magdalena, en el  poema sacro Las Lágrimas de la Magdalena de Lope de Vega, 1615 redimen a María Magdalena de los confines del pecado y la elevan a santidad.

El poema de Lope de Vega¹ está compuesto de 100 octavas reales e incluye temas como la unción de los pies de Jesús, la entrada a Jerusalén, su Muerte y Resurrección y la resurrección de Lázaro. El topos de las lágrimas de Magdalena nace de una tradición de literatura lacrimal difundida por Europa y constituyen un elemento contrarreformista que surge después del Concilio de Trento (1545-1563). El objetivo era humanizar a los santos para que se identificaran con el pecador y de esta manera se promoviera los sacramentos de la confesión y la comunión instituidos por Cristo.

En la obra de Lope de Vega, las lágrimas de la Magdalena crean un planctus de imágenes intensas de dolor y remordimiento por la muerte de Cristo pues su pecado de sensualidad ha motivado este evento. El tema del alma encarcelada de origen platónico recorre los monólogos de la Magdalena para mostrar su proceso místico hasta llegar al conocimiento inefable de lo divino. Las estrofas 34-65 son una ventana abierta al alma de María, aquí se combinan misticismo y cristología. El recorrido de María empieza con el vía crucis:

Ya de su injusta muerte el pregón suena, / Ya lleva sobre el hombro el centro santo, / Ya el Ave celestial de gracia llena / Va llena de dolor, congoja y llanto, / Sus pasos va siguiendo Magdalena, / Que puede tanto amor padecer tanto, / Con tan tierno llorar, que parecía, / Que solo por sus culpas padecía. / ( vv. 185-192, 45)

El poeta sitúa a María en el momento más significativo de la vida de Cristo, su Pasión y Muerte, cuando acepta el proyecto de Salvador de la humanidad de acuerdo con el cristianismo. La Magdalena recorre el vía crucis para imitar el sufrimiento de Cristo. El profundo pathos humano es el dolor perfecto y sus lágrimas se convierten en el símbolo que manifiesta su arrepentimiento por la muerte del Salvador. La voz poética nos adentra en el intenso proceso de contrición de la Magdalena: “Yo que de vuestra muerte culpa he sido / Debo pagar la pena merecida, / No vos, que siendo la inocencia propia, / La pena es desigual, la muerte impropia” (vv. 205-208, 45). Estas lamentaciones desde el interior de María nos indican su sensibilidad femenina y, como lo menciona Elizabeth Davis, es bastante inusual entre los textos de arrepentimiento españoles de este tipo (42). Esto nos muestra cómo el cuerpo de María debe purificarse del pecado para pasar a santidad.

Los sollozos de la Magdalena evocan también una profunda devoción por el cuerpo de Cristo destruido por el pecado: “Porque no puede haber cosa más linda / Que este roto desnudo cuerpo santo, / Ni que las almas enamore y rinda, / Y enternecidas las provoque a llanto,” (vv. 433-436, 51). María aboga por compasión hacia el cuerpo de Cristo para crear la realidad del sufrimiento y dolor del Salvador y así provoque llanto en el creyente. De esta manera, la penitencia se extenderá a todos porque el pecador se encuentra representado en la figura de María Magdalena. Habrá entonces dos cuerpos: el santo y el de pecado, el último clama desde el purgatorio ser redimido a la Gracia infinita de Dios. Por esta razón, la imagen de la Magdalena es un  ejemplo único de penitencia para la Iglesia y se espera que el pecador se identifique con ella y su llanto como lo hacían desde la época medieval: “Si en verdad eres pecador, ella te da ejemplo de llanto para que llores con ella”  (Janse 205). Innegablemente, el mensaje es la práctica de la penitencia para recibir el Cuerpo de Cristo promovido desde el Concilio de Letrán de 1215.

Igualmente, observamos el poder de las lágrimas en la obra lopesca y por eso María ofrece las suyas a Dios pues su alma busca perdón: “Esta es el agua que pedís, Dios mío, / Pues si es así no deprecies la mía, ” (vv. 465, 466, 52). Las lágrimas de la Magdalena se transforman en el lenguaje para comunicarse con Dios y constituyen el signo de su misticismo y su devoción. Ella espera que lleguen a su receptor: “Que cuando el agua vemos que desciende, / Tanto sube después donde pretende ” (vv. 471, 472, 52). El agua desciende desde sus ojos, desde su cuerpo afligido, de su alma profundamente arrepentida, de su corazón roto y abierto, pero al ser recibida por Dios se convierte en agua bendita para ser utilizada en el renacimiento de María. Así, el agua purificará y nutrirá el cuerpo de María del Espíritu divino y le permitirá que su alma sin pecado encuentre la de Cristo en unión espiritual:

Que ya me va Señor crucificando / El alma en este leño el amor nuestro, / De suerte que con ella voy probando  / Lo que ha de padecer el cuerpo vuestro / Primero voy sus brazos ocupando / Con el afecto y el dolor que nuestro / De suertes que presume el sentimiento / Que va delante a haceros aposento / (vv. 289-296, 47).

Observamos pues esta mezcla de amor y dolor para resaltar la imagen de la crucifixión de Jesús y trascender el símbolo religioso más significativo para el cristianismo: el leño o la cruz. La cruz donde el Hijo de Dios sufrió y fue condenado por los pecados del mundo y también la cruz que lleva cada cristiano por sus preocupaciones, ansiedades y sus pecados. Este momento es muy revelador porque el poeta muestra la muerte misma de Jesús y el alma de María crucificada por el amor de Dios. Es decir, el alma encuentra salvación por sus lágrimas derramadas y emerge de las profundidades del pecado por el amor divino y tanto fue el poder del llanto de la Magdalena que fue perdonada: “Con dos fuentes buscó su viva fuente ” (vv. 12, 43). De este modo, los mismos atributos con los que pecaba le redimieron desde el mundo mundano hacia el  santificado.

Siendo así, María Magdalena llega a ser el santo penitencial por antonomasia. Ella encuentra misericordia a los pies de Jesús, como Lope lo menciona: “en estos pies hallé perdón y cielo” (vv. 353, 49). El dolor y sufrimiento que soporta su cuerpo son señales de su arrepentimiento y por eso es el espejo donde la divinidad de Dios se refleja. Dios es la verdad inalterable y ella llega a esta verdad. De esta manera, la santidad de María Magdalena se construye y su transición de pecadora a santa nos muestra las fronteras imperceptibles del mundo de la perdición y de lo sagrado. Ella lloró tanto que pudo transitar desde el mundo profano hacia una apoteosis eterna.

¹ Lope de Vega, Rimas Sacras: Las Lágrimas de la Magdalena, 1614. Edición facsimilar y estudio de Joaquín de Entrabasaguas. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones científicas, 1963.Clásicos hispánicos. Ediciones facsímiles, serie I, V.4. De aquí en adelante se citarán las estrofas modernizadas de esta obra.

About the Author

María Pulla-France is a PhD candidate and a Teaching Assistant for the Department of Spanish and Portuguese at the UW-Madison. She completed a MA in Spanish Literature from the University of Wisconsin-Madison and a MA in Teaching Education from Saint Ambrose University in Davenport, Iowa. Her research focuses on the Relationship between Literature and the Visual Arts with emphasis on Gender, Women’s Studies, Identity, Sexuality, Religion, and Corporeality.

 

Obras citadas

Davis, Elizabeth B. «"Why Weepest Thout?".» Hispania, vol. 76, no. 1 (1993): 38-48. Print.

Janse, Katherine Ludwin. The Making of Mary Magdalene. Princeton UP , 2001. Print.

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